Solemos decir que "somos parte" de la naturaleza, pero esta frase tiene cierto engaño. Parte, nada. SOMOS, naturaleza. Ser parte es como estar observando, al lado, una parte aquí y la otra allá.
En cambio SER naturaleza nos mete inmediatamente dentro. Dentro de una categoría que olvidamos. Que sólo recordamos cuando experimentamos un baño de bosque o cuando el cuerpo "habla" con algún síntoma.
Les recomiendo una serie documental en Netflix que se llama "Nuestro Universo", narrada por Morgan Freeman, que al principio parece agarrada de los pelos pero que va metiéndose en una dimensión tan extrema como cierta de la relación de la Vida con las Estrellas. Tanto como que las células con hierro en las tortugas marinas le indican dónde está el sitio donde nacieron aun a miles de kilómetros de distancia.
Otro documental imprescindible es "Hongos Fantásticos" (también en Netflix), que nos da la real dimensión de lo que es la vida en un bosque. El mundo invisible del suelo del bosque es en realidad un organismo comunicándose todo el tiempo.
Por último acabo de leer un artículo en The Guardian donde una científica da cuenta de descubrimientos asombrosos sobre el sonido de los "no-humanos". Con tecnología que capta sonidos por fuera del espectro que capta nuestro oído, descubrieron cómo las plantas, las tortugas, los murciélagos, despliegan lenguajes enteros. Esta última especie incluso mostró rasgos de "cultura".
La relación de los Baños de Bosque con la conciencia ecológica es casi inmediata. No sólo los participantes experimentan este "soy Naturaleza" sino que nuestras neuronas espejo inmediatamente replican lo que perciben. Y al percibir profundamente al bosque, reedificamos esa "naturaleza salvaje" que vive en nuestro ADN hace miles de años.
No hace falta ser esotérico para notar que las plantas son seres sintientes.